Llevamos décadas advirtiendo de las consecuencias del fin del petróleo barato (y por ende de la energía barata), y no ha servido de mucho. Seguimos el mismo rumbo de colisión con los límites planetarios.
En nuestra inocencia, cuando empezamos a divulgar el problema del agotamiento de los combustibles fósiles, que iban a ser progresivamente menos accesibles, de menor calidad energética (menor TRE), y las repercusiones que esto iba a tener, no contamos con la increíble resiliencia de la megamáquina.
¿Colas en las gasolineras? Sí, pero no en el corazón del imperio, y si tiene que haber colas o cortes, los sufrirán primero los de siempre.
¿Una economía que ya no crece como antes? Sí, pero se han puesto en marcha múltiples maniobras para asegurar ante todo la tasa de ganancia del capital: mayor desigualdad, entrada a saco de los mercados desregulados en áreas socialmente sensibles (sanidad, educación, vivienda).
¿Agotamiento de los recursos naturales propios y dificultad para acceder a los recursos en otros mercados? Sí, pero basta con decir que los países que atesoran esos recursos son nidos de terroristas o ahora narcoterroristas y nos olvidamos de cualquier atisbo de “derecho internacional” (que históricamente sólo ha servido para castigar al tercer mundo, como demuestra para lo que está sirviendo la Corte Penal Internacional en el caso del genocidio en Gaza).
¿Crecientes capas de la sociedad sufriendo de esas consecuencias “indirectas” del fin de la energía barata? Sí, pero hábilmente redirigiendo su frustración y humillación hacia los pobres, los inmigrantes, a los otros perdedores.
Posiblemente el siguiente paso será, ya con el corazón del imperio en manos de los populismos de extrema derecha, la represión total del “enemigo interior” (aquí en España somos alumnos aventajados gracias a unas estructuras judiciales y de seguridad tradicionalmente en manos de los herederos del franquismo, y una “izquierda” que no ha tenido agallas para meterles mano).
Fuimos muy inocentes creyendo que el mero conocimiento del problema iba a provocar un cambio en una sociedad interesadamente ciega a la realidad energética. Solo lo entiende quien ha hecho el esfuerzo de entender, y hay muchos que sabiéndolo, disimulan, porque les va en ello el sueldo, las influencias, la capacidad de ser relevante en un paradigma que de momento aguanta. Pero sí, llegará un momento en que se acabarán las opciones. El simple hecho de que EEUU vaya ahora por el chapapote extrapesado de la franja del Orinoco debería ser una señal de alarma preocupante.
Lo que más me preocupa ahora es este círculo vicioso, el deterioro de las condiciones económicas y sociales para el grueso de la población causadas por el fin de la energía barata, que a su vez causa una reacción de las clases sociales dominantes que apuestan por la represión interna y la militarización. Quizás la clave está en las cada vez más depauperadas y estupidizadas “clases medias” occidentales, la apuesta de las élites está clara ahora: conseguir que dirijan sus iras a los chivos expiatorios habituales: los desposeídos de toda clase.
Mi duda es si, llegado el momento, seamos capaces, y ese nosotros incluye a prácticamente todo el mundo que no es élite o que no funciona como su guardia de corps (en sentido amplio, no solo sus esbirros, sino también la tecnocasta que aguanta el tinglado), de admitir que no nos queda otra que organizar la autodefensa como necesidad y supervivencia. Pero prácticamente desmanteladas o privadas de sentido las instituciones que antes podían servir de soporte para esa autodefensa (partidos políticos, sindicatos, escuela, universidades, incluso diría que la propia familia), en una sociedad conscientemente atomizada, que parece solo preparada para el “sálvese quién pueda”, ¿cómo armar la resistencia? Antes, con todos sus defectos, estas instituciones ayudaban a navegar juntos por las dificultades de vivir en sociedad, hoy cada cual intenta buscarse la vida, muchos culpándose a sí mismos porque esa misma vida “no les da”, y encima atacando a los otros “náufragos” que están peor que ellos.
En fin, sólo tengo la esperanza de que haya algún tipo de reconstrucción, posterior al desastre, pero tampoco me hago muchas ilusiones.
Daniel Gómez Cañete


m. [LC] [MD] Signe precursor d’un mal, del part, etc. Els pròdroms de la guerra. Els pròdroms d’una malaltia.
Sinònims: anunci, auguri, auspici, averany, indicació, prenunci, presagi, pronòstic, senyal, signe, símptoma, vaticini
